Preámbulo hipnótico
Las sábanas temblaban como la primera vez y se corría el riesgo de encontrar bajo ellas un mundo raro. Ella me acompañaba en mi lúcido insomnio desde su espacio sin tiempo. Dormía profundamente. Las colillas de cigarro colmaban el cenicero y el resabio de la nicotina en mis labios que nunca había saboreado. El viento ingresaba disimuladamente por la indefensa ventana huérfana de cortinas. La luna era intensa; la noche, incorruptible y anónima y la ciudad se presentaba como una amenaza deslumbrante de neón.
Abandonando el tibio calor de la cama encendí la luz de la habitación. Caminé sigilosamente hacia la cocina. Cogí un vaso frío y lo empapé de agua y preguntas. ¿Porqué la utopía de este amor naufraga hoy impotentemente en el océano gris de la fatiga y la costumbre? Era como para preguntarse por todo lo que había sucedido incluso por esta entera sed. Con cada sorbo que ejecutaba recorría por mi cuerpo lentamente el argumento alevoso de nuestras cadenas. Encendí el mini componente y con bajo volumen.
Play: “Alguna vez fue que planeamos / hacernos todo el daño / de una vez. / Dictando una sentencia desafiante / No existes, no existes. . . / La polaroid sobre la silla / brillante truco de apariencia. . .”
Empezaba volver a su cuerpo que yacía compacta e imperturbable, cobijada con la noche y la tibieza débil de las sábanas, tan distante de este vaso frío entre mis manos.
“Tu presencia es mi pesadilla / No existes, no existes. . .”
Ocupaciones raras para combatir lo previsible
Los libros y las revistas amontonadas al pie de la cama lucían una tristeza inexplicable, tristeza oriunda de la noche anónima, huérfana e incorruptible. El lacónico viento decidió hojear sus páginas. Historias, profecías, desgarros vanguardistas, realidades (?), etc. Palabras calcinadas que se ocultan en sus hojas sensitivas. Tiempos de mármol retratados con tinta y pluma sabia. Borges podía ignorarme desde allá o podía alcanzarme con su prosa de ajedrez, con sus visiones babilónicas o podía enredarme con sus ficciones de realidad. No mejor no. Cortázar, tan sublime, podía morar perversa y célebremente en un articulillo literario. Sabía de su debilidad por lo alcanzable y por las irrecuperables tardes de mate. El mundo es tan conquistable y excluyente a la vez, como una sesión tardía de jazz. Cronopio es peligroso, peligrosísimo.
Moda, tips de belleza, horóscopos, actualidad, etc. ¡Baaaah! Para que aferrarme a esas palabras ociosas. Sin evadirme de la deuda vigente que tengo con la incertidumbre, Soda Stereo seguía explicándome la modernidad de este desahucio afectivo.
“Como un extraño tic nervioso / arrojo palabras / gestos contra la pared. . .”
Es mejor seguir mirándote, seguir bebiendo y matando esta sed. Es imposible calmar estas preguntas.
“Toda una noche embalsamados / porqué las mismas caras una y otra vez. . .”
El reloj apenas bostezaba con su lento tictac. 11:35 p.m. La noche empezaba o terminaba no lo sé.
“Temí por mi cerebro aprisionado / en una trama vulgar / quizás deba tomar una revancha / aún tenemos cuentas que saldar. . .”
La ciudad, la noche y la insomne utopía
El mundo allá a fuera. La ciudad allá afuera a merced de la noche es total e indomable. Pero no puedo salir de ti. Dormida eres un almacén nuclear de recuerdos y deseos. Acariciarte es mejor que entenderte o soportarte. Jadeas en tu profundidad ausente y cercana a la vez por que sabes que puedes socorrerme. Duermes y te aferras a nuestras sábanas blancas.
Jamás he podido intuir tu cuerpo en otra geografía quizá por que eres un paisaje inevitable en mi horizonte. Estás dormida pero aún puedes escuchar mis pensamientos a través de mis manos que te recorren. Mi aliento se trepa por tus cabellos negros. Ahora voy por tus consistentes piernas y regreso siempre por esa sonrisa hechicera cuando una vez desperdiciando mis pasos por el laberinto urbano de una noche otoñal te conocí. En una avenida fría e interminable entré a una cafetería. Encontré tu sonrisa de lámpara maravillosa y tus ojos intensos en un instante olvidado de ese laberinto. Te pedí un café entre el rumor callejero, el vocerío urbano de la noche y mi silencio subordinado. Te miré con inocencia inexplicable, con la inocencia absoluta de un espejo en una habitación oscura. Pudieron haber sido dos o tres cucharadas de azúcar, pero era mejor seguir mirándote, era mejor sentarme y olvidarme de los kilómetros transitados por mi soledad encabritada.
Es increíble la voz modulada de Gustavo Cerati (y compañía) y la letra asertiva de esta canción va capturando y apilando los fragmentos fermentados de esta utopía en receso.
La noche continúa. Las preguntas continúan. Tu cuerpo continúa.
Quizá fue mejor no acompañarte toda esa noche (maravillosa y maldita), fue mejor no esperarte hasta la salida de tu trabajo, quizá fue mejor no compartir en silencio el humo especulativo del cigarrillo, disgregándose en esa noche tan diferente a esta noche. Quizá fue mejor ni el beso de despedida.
Stop. Gustavo, Charly y Zeta en silencio. Empezar de nuevo: Sin sobresaltos (track 1), no mejor El rito (track 2).
“Soy un profanador / estoy desafiando al tiempo / ya ves mi trasgresión / es procurarte tenerte / El cielo entiende de mi obsesión / está llegando a un límite. . .”
El origen y apología de esta historia sinfín
Cuando todo hacía presagiar un inmenso olvido, el azar y los juegos indescifrables de la casualidad o de algún dios distraído; te volví a encontrar pero esta vez más disuelta, liviana pero completa. Entre el ruido armónico y un mar apabullante de luces multicolores tu cuerpo danzaba al compás de mi sorpresa y del encantamiento propio de otra noche distinta. La música y la noche eran parte de tu cuerpo. ¿Te acuerdas? Me acerqué a tu éxtasis - Hola Mariana soy Darío - te saludé. El sudor surcando tus sienes y tus mejillas, entre tus manos un exótico cuba libre. Ahora lo recuerdo mejor, fue la frescura de tu rostro inquieto, tu improvisada sonrisa, fueron tus labios de plata y aquella mirada revoltosa que destruían cualquier muralla emotiva que la noche o mi debilidad pudieran construir.
- Hola Darío, que alegría verte por acá. . . –
Había que treparse a un pretexto sólido para permanecer en ese nuevo paraíso que tu cuerpo me invitaba pero se corría el riesgo de sufrir el castigo divino de tu sonrisa inquieta y misteriosa que rozaba con la intensidad de mis latidos. Podía quedarme atrapado en la sed de tu búsqueda insaciable que ahora sí me retiene por innombrables motivos en tus brazos y misterios de mujer intensa y laberíntica como la noche que hoy nos contiene. Esa bendita noche bailamos y charlamos hasta el cansancio.
¡Basta, basta de todo! ya nada puede rescatarnos, es inevitable nos llevamos el uno dentro del otro, como una condena milenaria en un paraíso perfecto.
Acumulamos tiempos, jadeos, noches, rabias, desencantos y mil perdones que hoy contiene excesivos presagios predecibles y numerosas preguntas en vilo.
Esta es sed inacabable. Vivimos trepados en la cornisa de nuestras razones y en el paraíso habitual de nuestras pasiones y delirios. Eso lo sabes tú, aún dormida y yo en vigilia.
“Sueles encontrarme en cualquier lugar / y ya lo sabes nada es casualidad / tu misteriosa forma me cautivará / pero a cada segundo estaré mas cerca, más, más. . .
Apenas te despiertas con una mirada tierna y con suave suspiro sonríes y regresas a la profundidad de tu ausencia nocturna.
Me canse de escuchar esta canción y es por que reconozco en ella el diagnóstico atroz de este amor metabolizado en un voluble y extraño hartazgo.
La noche empieza a disolverse. La ciudad intenta esconder sus trapos sucios. Mis párpados se hacen más pesados. Pero esta canción tiene un lugar irrenunciable en esta noche. Un espacio irreductible en tu sueño y en mi desvelo. Esta noche puede ser una cadena perpetua de todos los delirios que nos atan o la coartada perfecta para asumir muy concientes el riesgo que el amor también se empolva y se puede guardar sin remordimientos en el closet.
Vana disidencia
Quiero caminar, recorrer el lado desconocido del mundo, de la noche y de tu ausencia temporal y soluble. Ser el prófugo de esas costumbres heroicas que nos han convertido en amantes técnicos y funcionales con roles y horarios.
“Desafiando al rito, destruyendo mitos. . .” Stop.
Tengo innumerables pasos acumulados en esta habitación y en la noche un legajo de preguntas sin respuestas.
“Deslizaré mi puño por tu espalda / No existes, no existes. . .”
Resuena sin piedad en mi interior como una plegaria dark, pero prefiero seguir mirándote. Es indispensable.
Pienso: Un café en esta noche, no cambiarían las cosas, un cigarro, complicaría las cosas y un vaso de agua más me refrescaría la herida causada por esta duda lírica disfrazada de cotidianeidad. Sería mejor así aunque cada segundo de mi desvelo y de tu cuerpo constelado es una permanente propuesta para seguir explorándote en tus tropelías pero lamento advertirte que nuestro paraíso también tiene sus propios abismos y si no lo hice antes fue por que tal vez ambos fuimos víctimas o culpables de la frívola metodología del borrón y cuenta nueva.
Lejos de ti soy tan oportuno con la razón y eso me enardece me avergüenza y me odio a mis mismo por que saboreo con huraña paciencia o resignación la resaca de este vendaval nostálgico. Es inútil buscarle más adornos a ésta agónica noche.
Despierta, despierta Mariana. Tu cuerpo y tus caricias sigue siendo mi canción de cuna para poder conciliar el sueño y despertar (dentro de unas horas) a tu lado renovado y con ganas de botar al tacho de basura el aciago y certero teorema que un clavo saca a otro.
Aunque mañana será otro día, la noche será también distinta con crueldad distinta. Quizá la misma sed, las mismas revistas y libros amontonados al pie de la cama. Pero inevitablemente las mismas canciones que nos delatan y este monólogo insomne para salvar la utopía absurda de lo que intentamos ser en el vulnerable tiempo de nuestras propias soledades.
Buenas noches mi amor. Off.
SODA STEREO
Signos (1986)
Sin sobresaltos --------- Track 1
El rito -------------------- Track 2
No existes --------------- Track 4
PABLO PINEDO, PERÚ
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Imagen de
Vanelsd